Esa tarde, como todas las apacibles tardes de aquella primavera una pequeña majada bajaba del cerro, la traian arriando el Ruperto Funes y la Catalina Ambrocio; si bien los dos trabajaban para Doña Rosalia Del Cura esas idas y venidas juntos llevando y trayendo las majadas levantaban en las comadres del Pueblo más de una habladuria; es que a la Catalina no se le habian conocido novios en los últimos años. Y eso que era querendona, pero desde que subia la cuesta buscando buenos pastos con el Ruperto parecia otra mujer...No se más madura, se la veia más atenta con su tarea, hasta más sonriente y a el tambien; aunque el tenia una noviecita, que solia visitar cada vez que bajaban de hacer pastar los animales, una vez por semana y a veces cada 15 dias; dependia un poco de las aguadas, si llovia se quedaban mas tiempo arriba, si era de seca; mas alla de contar con algun pequeño arrollito bajando de la cumbre, donde hacian beber los animales y ellos recogian agua para tomar y cocinar terminaban bajando porque el caudal era insuficiente.
Más de un pastor, que tambien alimentaba animales por alli cerca decia haber visto acariciar al Ruperto el largo cabello de su compañera; pero nadie podia afirmar que entre ellos existiera más que una buena relación de compañeros de trabajo; salvo aquel día que bajaron del cerro y ella fue a visitar una comadre porque se sentia incomoda (de vientre) decia, ¡¡¡Ando con mareos y me cae mal la comida Doña Terencia, quizás me cayo mal el queso e cabra!!! dijo la Catalina; la comadre, más conocida como la curandera del Pueblo, le acaricio la panza y con una sonrisa le dijo ¡¡¡Mi Hija, lo suyo viene con patitas y Pa Mi, que se anda queriendo adelantar.
Autor Con Derechos Registrados Néstor O Salgado